Que ver en Jaca y alrededores
En el Pirineo de Huesca podemos encontrar pueblos con encanto, mucha historia para conocer y disfrutar así como rutas de senderismo o las estaciones de esquí del norte de Aragón para los amantes de los deportes invernales.
Arrancamos este viaje por el Pirineo de Huesca visitando Jaca y su catedral, donde fantásticos animales petrificados custodian el ábside de la misma y donde su característico taqueado hipnotiza a los visitantes. Es una filigrana cincelada a golpe de mazo que recuerda un tablero de ajedrez, de ahí que popularmente se la conozca como ajedrezado jaqués.
La catedral de Jaca es la primera visita obligada, capital inpectore del Pirineo y cruce de caminos estratégico desde tiempos inmemoriales. De ahí que haya sido destacamento militar en siglos pasados y también ahora; no en vano se halla a dos pasos de la línea fronteriza con Francia.
Jaca, habitada desde la dominación romana, tomó vuelo gracias al Camino de Santiago aragonés. La basílica jaquesa es, con permiso de La Seu d’Urgell, la más imponente de la vertiente sur pirenaica. Se levantó en la misma época que la catedral de Santiago de Compostela, es decir, en el siglo XI, y marca el pistoletazo de salida para un paseo por la ciudad.
Recorrido que, tras el templo y su precioso museo diocesano, aboca inevitablemente hacia el casco antiguo de Jaca. La calle Mayor alberga el palacio plateresco del ayuntamiento con su bonito reloj de hierro fundido en la fachada y uno de los lugares de interes en Jaca para no perderse. Justo debajo una placa indica que estamos a 820 metros de altitud, y el viento helado que baja de Somport nos recuerda la presencia cercana de la nieve y las gigantescas moles pétreas pirenaicas.
En un vagabundeo por el barrio antiguo de Jaca se pueden admirar edificios como la Torre del Reloj, el monasterio de las benedictinas y las casas modernistas del marqués de la Cadena y Abad junto a otra de inspiración moruna como Peñarroya, cosas que ver en Jaca para conocerla más en profundidad.
El viajero tiene también cita en los modernos templos del tapeo que crecen como hongos en la zona, pero sobre todo en la calle Bellido. Abandonando el casco viejo de Jaca, hay que cruzar la Avenida de Francia – situada sobre el trazado del Camino de Santiago – y admirar el señorial paseo de la Constitución, con más casas modernistas y un romántico quiosco de música.
En un quiebro hacia el norte se llega a la Ciudadela de Jaca, la más formidable de cuantas quedan en la Península Ibérica de su estilo, un pentágono con baluartes artillados y rodeado por doble foso y una zona verde. Hoy constituye el parque jaqués por excelencia en su interior se esconde un encantador museo de soldaditos de plomo con más de 30.000 unidades expuestas en dioramas, uno de los destinos perfectos que ver en Jaca con niños
Alrededores de Jaca
A tan solo 13 kilómetros de Jaca en dirección sudeste se halla uno de los monasterios más insólitos de los Pirineos: San Juan de la Peña. El nombre es preciso: el conjunto arquitectónico fue construido aprovechando un abrigo rocoso junto a una cornisa.
Lugar umbrío y misterioso, sus estancias se adecúan a las anfractuosidades de la piedra y la importancia histórica queda de manifiesto al penetrar en el panteón real, donde durante cinco siglos se enterraron monarcas aragoneses y navarros. Y por si el enclave no fuera suficientemente mágico e inspirador se dice que hasta el año 1399 estuvo depositado aquí el Santo Grial, antes de emprender su camino hacia la catedral de Valencia.
Hoy en San Juan de la Peña se exhibe una copia, magnética por su sencillez. En el claustro bajo la roca, los capiteles muestra escenas vividas, como la expulsión de Adán y Eva del paraíso o los Reyes Magos a caballo yendo a adorar al Niño.
En el Llano de San Indalecio que se asienta sobre San Juan de la Peña – hay un sendero boscoso para subir hasta él en pocos minutos – se halla el Monasterio Nuevo, levantado en el siglo XVII y ahora sede del Centro de Interpretación del Reino de Aragón, una hospedería y una impagable zona de picnic.
La llamada hechizante de las cercanas montañas pirenaicas, sin embargo, lleva al viajero a dirigirse hacia el norte, donde las estaciones de esquí de Candanchú y Astún coronan la parte más alta del valle del río Aragón.
Los interesados en la cultura y la arquitectura podrán detenerse de camino en Canfranc, para ver la abandonada aunque todavía regia estación internacional de tren quizás una de las atracciones turísticas que ver cerca de Jaca que merecen mucho la pena, y además caminar sobre una de las zonas más antiguas de la ruta jacobea.
Otra tentación es remontar el valle de Tena, donde los amantes de las aguas termales y del reposo pueden acudir a los venerables Baños de Panticosa. Se trata de un complejo decimonónico, hoy reformado, en el fondo de un circo glaciar de imponentes paredes.
Alrededor de Panticosa abundan los lagos de alta montaña o ibones, cuya belleza los convierte en destino de múltiples excursiones, ya sea a pie con el buen tiempo o con raquetas de nieve en invierno. Desde allí los esquiadores también pueden descender por las pistas de Formigal, e incluso habrá quien se atreva a acometer el tres mil más occidental de la cordillera pirenaica, el Garmo Negro, para terminar la jornada relajándose con un vivificante baño de aguas termales surgidas de las tripas de la tierra.
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